noviembre, 2023
patricio lillo plaza
I
¿Dónde comienza el patrimonio?
En la dinámica del desarrollo humano, en la larga historia de las comunidades; existe aquel fundamento que nos impulsa a buscar nuestra raíz, al conocimiento de la ancestralidad, que nos empuja a indagar en los orígenes, buscando aquel espacio físico y espiritual donde evidentemente nos reconocemos.
Este complejo, datado desde la materialidad, desde la memoria y la práctica social es lo que en un ámbito más concreto reconocemos como Patrimonio, sin embargo no es una cuestión del pasado, ni es una cuestión del individuo; existe y se significa en tanto su ser colectivo en una dinámica permanente desde el presente.
Son las propias raíces de los individuos y las comunidades, aquellos elementos (objetos, tradiciones, ceremonias, memorias, construcciones, valores, saberes, hábitos, entornos naturales y culturales, escritos, etc.) que nos permiten comprender nuestro presente y generando un desarrollo que potencie aquello; permitirían construir un mejor mañana, pues a su través se construye la identidad de las comunidades.
Este desafío del presente, exige un compromiso que va más allá de la simple habitabilidad. Esta herencia que nos han legado las generaciones pasadas debe ser develada, comprendida, resguardada y proyectada. Allí, el imperativo de su conservación, de su resguardo, de elevar la mirada por sobre la historia personal y profundizar en las diversas capas de la historia comunitaria y territorial, capas que debemos asentir, cubren demasiados hechos, incluso aparentemente inconexos y varias, varias generaciones.
Esta mixtura entre la memoria propia y colectiva, esa vivencia que trasunta la memoria personal y familiar para buscar la memoria de la comunidad que le da sustento - pues el Patrimonio habita desde lo colectivo – es finalmente aquello que le da sentido al habitar.
Cuando una comunidad busca reconocer determinados hechos, prácticas, objetos o espacios en términos patrimoniales, busca sujetarse a su propia memoria, a su propia historia y proyectar en consecuencia su propia pervivencia.
La historia se desarrolla cada día, se reinterpreta constantemente, de acuerdo a los flujos sociales, económicos, políticos, mediáticos, etc., que van configurando ya sea los conceptos, ya sea las acciones que el conjunto social significa y resignifica. Este proceso que posee diversos niveles, sea desde lo denotativo, sea desde las cualidades subjetivas es particularmente sensible desde la lucha patrimonial.
Desde el patrimonio, dichos flujos merecen una acción decidida desde el sujeto y el desarrollo de la consciencia social, pues ello irremediablemente configura el proceso de lo que se patrimonializa y su desarrollo ulterior.
Desde el Patrimonio, aquello que se selecciona para significarle; debe constituirse desde la historia gruesa de la base social - que sostiene aquello que se patrimonializa -. Desde dicha perspectiva, se busca una ocupación virtuosa del espacio patrimonial, ello lleva a plantear conscientemente la necesaria gestión patrimonial, pues tanto en el espacio físico, las costumbres, los valores asociados, - por citar algunos – le otorgará sentido y dirección al grupo social incluyendo en ello todas las actividades aledañas al mismo hecho patrimonial – por ejemplo, el uso del tiempo libre y las actividades del turismo de ocio -.



En un plano más profundo de dicha gestión, la acción patrimonial se vincula con una economía que beneficie a la comunidad sujeto del patrimonio; a una educación y procesos de aprendizaje desde dicha perspectiva; al desarrollo de alianzas y ecosistemas que permitan la investigación y desarrollo de las diversas aristas que configuran dicha existencia patrimonial; a beneficios socio culturales que el desarrollo de políticas participativas de resguardo profundicen; a un desarrollo sociopolítico que fortalece a dicha comunidad y como corolario de aquel proceso a una ciudadanía activa que profundiza la acción democrática(1), cuestiones todas que iremos desarrollando en cada entrega.
(1)
Artículo 2 – De la diversidad cultural al pluralismo cultural
En nuestras sociedades cada vez más diversificadas, resulta indispensable garantizar una interacción armoniosa y una voluntad de convivir de personas y grupos con identidades culturales a un tiempo plurales, variadas y dinámicas. Las políticas que favorecen la integración y la participación de todos los ciudadanos garantizan la cohesión social, la vitalidad de la sociedad civil y la paz. Definido de esta manera, el pluralismo cultural constituye la respuesta política al hecho de la diversidad cultural. Inseparable de un contexto democrático, el pluralismo cultural es propicio para los intercambios culturales y el desarrollo de las capacidades creadoras que alimentan la vida pública.
Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural.
2 de noviembre de 2001. París Francia

